PALOMO PINEL, CARMEN
Permíteme tener los ojos grandes. Tener los ojos grandes es un acto de voluntad, básicamente aceptar ser pieza de caza del asombro. Yo consiento: cómeme el corazón en el rito ancestral de la belleza, deja hueco a lo atávico salvaje en la pupila absorta. Hospeda una revelación que la dilate, la haga pura o antártica, que haga del ojo devoración de oscuras autopistas. Pupila qué alta pupila pupila cuántas águilas pupila el cuarto de los evangelios pupila crece desmesurada estrella incertidumbre y fuego ascuas en ascuas. Déjame tener los ojos grandes y una fuente en mi centro, una fuente que duela y que refulja. Quizá eso es la poesía: un trepar de mí misma por mis ojos, una herida que piensa. La mirada es cauce por el que no solo acariciamos la realidad sino que somos acariciados a su vez por ella. Es el lugar de nuestro beso con el mundo. Por eso, es acto constitutivo, fundante, que crea y nos crea. Particularmente, para el poeta la mirada es su acto esencial.