Historia mundana de fantasmas, psiquiatras y amores ilícitos, la novela avanza en una espiral perfectamente litúrgica, desde la piedra de la muerte lanzada a bocajarro a las sucesivas ondas que ese suceso, a la vez común y único, va generando a su alrededor. A partir de la pura herida sangrante de la separación de Ran y Eva, y de la versión verbal y erótica encarnada en las figuras del Doctor y de Antonio, retorna al mero reconocimiento del dolor y del placer como órganos primigenios de la existencia, igual que los ojos son los de la visión, y la piel, el del tacto.
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