SANZ, JAVIER
Como cada cual, también los Reyes pertenecieron a la humanidaddoliente. Y quien no hubiera caído en la cuenta, que abra este libro y se pasee por la vida cotidiana de Austrias y Borbones, hasta lafecha. Verá que los males de la boca no respetaron categorías humanasy todos acabaron pasando, antes o después, por las manos del dentista. Cosa diferente fueron las artes de quienes fueron contratados por laCasa Real para dar alivio dental a sus titulares. Aquí sí que hubocategorías, desde los sacamuelas denostados por Quevedo hasta losdentistas formados a finales del XIX en los mejores centros de losEstados Unidos, claro que mientras estos últimos fueron excepción, noasí los otros. Príncipes y princesas, reyes y reinas, antes o despuésse vieron en manos de quienes dieron remedio, o al menos loprocuraron, a las agujereadas dentaduras regias, aunque tambiénintentaron hermosearlas y hasta perfumarlas mal que bien.