En un lugar de la filosofía, de cuya historia nadie quiere acordarse, ha mucho que existe una hidalga representante sapiencial de las de lanza y artilleros, raigambre antigua, liceos flacos e intelectuales corredores. Una olla de mucho más que legados griegos, latinos y cristianos, escolástica muchas noches, duelos y quebrantos antropológicos epocales, palominos existenciales intemporales, que bien consumen las tres partes de la común hacienda cultural. El resto: teólogos, moralistas, científicos, políticos, ensayistas y hasta poetas de una talla y vellorí universal de lo más fina. Una casa de saber con amos y damas que pasan de los 20 y los 40, mozos y rocines tan buenos que han sustentado como pocos el campo y la paza de la occidental cultura.