ROLLAND, ROMAIN
Teplitz, julio de 1812. Dos de las figuras mayores de la cultura alemana, Johann Wolfgang von Goethe y Ludwig van Beethoven, se encuentran en la que es por entonces una de las ciudades-balneario más frecuentadas por la aristocracia centroeuropea de la época. El 9 de agosto, sin embargo, Beethoven escribe a Bernhard Christoph Breitkopf, editor de sus partituras: «A Goethe le agrada el aire de la corte. Más de lo que conviene a un poeta». Apenas un mes más tarde, es Goethe quien desliza sus impresiones sobre el compositor en una carta dirigida a Carl Friedrich Zelter: «He conocido a Beethoven en Teplitz. Su talento me ha llenado de asombro; sólo que, por desgracia, es una personalidad completamente desenfrenada».