La visión que los folk-loristas, con Don Antonio Machado Álvarez a su cabeza, tenían del mundo era la de un desmedido territorio por el que se hallaba disperso un saber superior al que había emanado de las instituciones académicas y con frecuencia despreciado por éstas: el que, sin ser consciente de su valor, atesoraba y transmitías de generación en generación la gente sencilla y, muy a menudo, analfabeta. Desde la perspectiva actual aquellas posiciones pueden parecer románticas y trasnochadas pero, entonces, contribuyeron en gran medida a alentar los estudios antropológicos y a labrar campos en los que, sin esos trabajos, no se hubieran cosechado frutos que hoy nos parecen tan importantes como el flamenco.
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