Comparable con El elogio de la sombra de Junichiro Tanizaki, esta obra es una joya, tanto desde el punto de vista literario como del filosófico.
Este ensayo poético hunde sus raíces en la filosofía zen y despliega los conceptos de la clásica ceremonia japonesa del té, en cuyo núcleo laten el concepto del centro vacío y la delicadeza de la composición, en la que los objetos no se acumulan para saturar espacios, sino que construyen una armonía que se replica en cada gesto y que anticipa el brebaje dispuesto por el maestro de té, ese aristócrata del gusto.