SERRA MAJEM, LLUIS
La globalización y los cambios socioculturales y tecnológicos han promovido un sistema alimentario que proporciona alimentos de cualquier parte del mundo a nuestra mesa. Alimentos frescos, de grandes superficies agrícolas, ganaderas y pesqueras intensivas, y, sobre todo, alimentos ultra procesados elaborados por multinacionales. Todo ello ha tenido serias consecuencias: 1) la erosión de los sistemas alimentarios tradicionales, ligados al territorio, 2) la pérdida de dietas tradicionales ligadas a los mismos, 3) el deterioro de los indicadores de salud pública ligados a esta pérdida y a la propia difusión de la dieta occidental, y 4) un nefasto impacto medioambiental con claras consecuencias en el cambio climático.
Hay mucho por hacer. El camino es difícil, pero, a través de lo local, de pequeños proyectos locales exitosos, hay que intentar influir a nivel global. Esta es nuestra esperanza. Y la Dieta Mediterránea emerge como un modelo alimentario único por sus beneficios sobre la salud y su sostenibilidad. Un legado cultural a preservar a toda costa. Si no entendemos la alimentación como este todo: nutrición-salud, cultura-biodiversidad, economía y medioambiente, sencillamente no hemos entendido nada.